Hay un momento en la vida laboral que nadie puede esquivar: el final de la etapa profesional, la jubilación.
La jubilación no empieza cuando entregas el último parte de horas ni cuando recoges las cosas de tu mesa. Empieza mucho antes, en el momento en el que te das cuenta de que tu vida profesional entra en su recta final. Para algunas personas, esa idea despierta ilusión: viajes, tiempo libre, familia, hobbies, etc. Para otras, en cambio, se abre un terreno desconocido, la pérdida de una identidad construida durante décadas alrededor del trabajo, la sensación de vacío y la pregunta inevitable de “¿y ahora qué?”.
La salud mental en esta etapa no debería ser un tema secundario. Igual que nos preparamos para la jubilación desde lo económico, necesitamos prepararnos también desde lo psicológico. Porque cuando la vida laboral deja de ser el eje, emergen preguntas importantes: quién soy sin mi rol, qué hago con mi tiempo, cómo me relaciono sin la red de compañeros/as que me acompañó tantos años, entre otras dudas.
La responsabilidad de las empresas, acompañar en la transición
Muchas organizaciones todavía entienden la jubilación como una simple cuestión administrativa -fecha de salida, papeles firmados y fin -. Pero las empresas tienen un rol fundamental puesto que el vínculo laboral no se corta de un día para otro sino que implica emociones, identidad y una red de relaciones que desaparecen con el retiro (Álvarez et al., 2018).
Aquí os presentamos algunas buenas prácticas empresariales:
- Programas de preparación psicológica para la jubilación, que incluyan talleres sobre propósito, hábitos de vida y gestión emocional.
- Fomentar el mentoring inverso en la última etapa profesional: que la persona trabajadora transmita conocimiento y experiencia a generaciones más jóvenes.
- Ofrecer acompañamiento individual o grupal para manejar miedos y expectativas frente al cambio.
La jubilación debería ser el cierre digno de una etapa, no un salto al vacío.
Más allá del trabajo, la importancia del propósito
Uno de los mayores riesgos psicológicos en la jubilación es la pérdida de propósito. A fin de cuentas durante décadas, el rol profesional estructura nuestra vida: horarios, relaciones, objetivos, reconocimiento… Cuando desaparece, muchas personas se sienten perdidas (Pérez et al., 2012).
Aquí la clave es construir una vida que no dependa únicamente del trabajo, es decir, tener hobbies o proyectos personales antes de jubilarse, fomentar vínculos sociales fuera del entorno laboral, practicar actividades que estimulen la mente y el cuerpo o involucrarse en espacios de voluntariado o participación social.
Como señala la OMS (2022), envejecer de forma activa implica seguir siendo protagonista de la propia vida, participando en la comunidad y manteniendo hábitos saludables.
Sin embargo, de todo ello, es importante destacar la red de apoyo. Cuando el trabajo ha sido el eje central, la jubilación puede dejar a la persona aislada. La red de colegas, proveedores y clientes desaparece (el networking), y si no hay un tejido social alternativo, surge la soledad (López, 2021).
Por tanto, es importante:
- Mantener relaciones familiares y de amistad activas.
- Buscar grupos de interés comunes (deporte, cultura, aprendizaje).
- Trabajar la autoestima desligada del rol profesional.
Como recuerda el INAPAM (2022), el envejecimiento activo no es solo salud física, también es sentirse útil, conectado y con participación en la vida pública.
Diferencia entre estrés laboral y salud mental tras la jubilación
Es importante aclarar en cualquier caso, que no debe confundirse con el estrés laboral por estar conectado estas emociones al ámbito profesional. El estrés está ligado a la presión, los plazos y la sobrecarga de la vida laboral. Lo que aparece tras la jubilación es otra cosa, es decir, puede ser vacío, desorientación, soledad o falta de propósito. No es “descansar demasiado” y con eso «se soluciona», es tener que reinventar la identidad cuando el trabajo ya no es tu tarjeta de presentación.
Por ello, algunas maneras de cultivar un mayor bienestar empieza por superar el impacto psicológico de la jubilación, lo que requiere cambios en varios niveles:
- Personal: aceptar la transición, redefinir metas, practicar actividades significativas.
- Social: cuidar amistades, reforzar vínculos familiares, crear nuevas redes.
- Organizacional: que las empresas no dejen a las personas solas en este cambio, sino que acompañen y reconozcan su valor hasta el final.
- Comunitario: políticas públicas que promuevan el envejecimiento activo y la integración de los adultos mayores.
Por eso, la preparación para la jubilación debería incluir tres claves: aceptar el cambio de identidad, planificar proyectos personales que aporten sentido y cuidar la red de apoyo que sostiene emocionalmente cuando el trabajo ya no es el centro. Y en esa ecuación, empresas, familias y sociedad juegan un rol decisivo.
En definitiva, jubilarse no debería ser un salto al vacío, sino la oportunidad de construir un capítulo nuevo, con propósito y con la libertad de reinventarse. Porque la vida nunca se resume en un cargo, y el trabajo no debería ser la única brújula que nos diga quiénes somos.
Tu vida nunca se resume en tu profesión, por tanto,
la jubilación no es el final de tu historia, es el inicio de un nuevo capítulo.
Fuentes:
- Álvarez, J., Fernández, M., & Rico, C. (2018). La transición a la jubilación: una revisión desde la psicología social y de la salud. Revista Española de Geriatría y Gerontología, 53(4), 213-220.
- López, D. (2021). Retiro laboral y salud mental: desafíos psicosociales en la jubilación. Poiesis, 41(1), 35–46.
- Pérez, M., & García, F. (2012). Bienestar psicológico en la jubilación: importancia de los recursos personales y sociales. Anales de Psicología, 28(2), 396–404.
- Organización Mundial de la Salud (OMS). (2022). Ageing and health.
- Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (INAPAM). (2022). El envejecimiento activo favorece la calidad de vida de las personas adultas mayores.