En los últimos meses, el absentismo laboral ha vuelto a ocupar titulares. Suben las bajas, aumentan las ausencias y las empresas empiezan a encender las alarmas. Pero quizá la pregunta importante no es por qué sube el absentismo, sino qué nos está queriendo decir.
Porque detrás de cada cifra hay una realidad humana, es decir, personas que se levantan cada mañana intentando cumplir, sostener, llegar… hasta que un día el cuerpo o la mente dicen “hasta aquí”.
El absentismo como síntoma emocional
Cuando una persona se ausenta del trabajo no siempre está “evitando” una responsabilidad. Muchas veces está atravesando algo que le supera. Esto implica cansancio acumulado, estrés prolongado, ansiedad, sobrecarga mental, falta de sentido, malestar relacional o una sensación profunda de estar llegando al límite.
El absentismo —especialmente el vinculado a bajas por salud mental— no es un acto individual aislado, sino que es un síntoma colectivo de una sociedad cansada, acelerada y que cada vez exige más productividad emocional y física de la que podemos sostener.
La era en la que la presencia se pierde
Vivimos en un contexto donde “estar presente” se ha convertido en una especie de mandato: ser eficiente, adaptable, productivo, motivado… incluso cuando uno por dentro está agotado. Esto nos trae una realidad, la diferencia entre lo que mostramos y lo que sentimos… que no olvidemos tiene un coste.
El cuerpo empieza a avisar: tensión, dolores, insomnio, saturación mental. Y cuando no puede más, nos para. No es un fallo ni es una debilidad, sino que es un mecanismo de protección.
Ejes de intervención: empresa y persona
En debates públicos se insiste en qué pueden hacer las empresas —y es necesario, sin duda—. Pero en un espacio terapéutico como Bluebrain, creemos que es igual o más importante volver la mirada a la persona:
1. Escuchar el cuerpo y reconocer los límites
Muchas personas van a consulta sin saber identificar el momento en el que empezaron a desbordarse. Creemos que aguantar es un mérito, pero a veces es lo que nos lleva a rompernos. Parar no es fracasar: es cuidarse.
2. Preguntarte si tu vida (y tu trabajo) va en consonancia contigo
Más allá del éxito externo, de los resultados o de lo que “se espera”, la verdadera brújula es interna:
¿esto que hago me calma o me agota?
¿Me acerca a quien quiero ser o me aleja?
¿Me permite sentir tranquilidad o me lleva al límite cada semana?
3. Revisar el impacto del entorno laboral en tu bienestar
A veces no es la persona la que falla: es el contexto el que enferma.
No tenemos que adaptarnos infinitamente a entornos que no respetan ritmos humanos porque trabajar no debería doler.
4. Cultivar un espacio propio para pensar, sentir y recolocarte
La terapia es un espacio para volver a escucharte, para entender qué está pasando, qué necesitas, qué te pesa, qué te sostiene y para reconstruir una presencia plena —no solo física—, una que no sea forzada, sino elegida.
La gran pregunta: ¿cómo estás realmente?
Quizá la reflexión que necesitamos —como sociedad y como individuos— no va de productividad ni de costes, sino de humanidad:
¿Cómo estás?
¿Estás pudiendo contigo?
¿Estás viviendo una vida que te deja respirar?
¿O llevas demasiado tiempo sobreviviendo en piloto automático?
No se trata de buscar el éxito —que además cambia según quién lo mire—, sino de construir una vida que te ofrezca estabilidad, serenidad y coherencia con quien eres.
Porque la ausencia laboral puede ser, a veces, la única forma que tiene el cuerpo de frenar cuando tú ya no puedes hacerlo y escucharlo es el primer paso para sanar.
Fuentes
Informe de Absentismo Laboral de Randstad Research (Septiembre 2025).
Infocop / Mutua Navarra — “Los problemas de salud mental, segunda causa de baja y absentismo laboral en España”.
El Economista – “La preocupación por el absentismo sube y más de la mitad de las empresas lo ve como un riesgo”.
El Mundo – “Problemas de salud y absentismo: estudio sobre salud mental”.





